lunes, 13 de abril de 2009

Una historia sobre las religiones del temor (PARTE 2)

Asegurar la existencia de la iglesia.


La gente siempre creerá en el infierno y en un Dios que los enviará allí, mientras crea que Dios es como el hombre: despiadado, interesado, que no perdona y vengativo.
En el pasado, la mayoría de la gente no podía imaginar a un Dios que pudiera elevarse sobre todo eso. Por lo tanto, aceptaron las enseñanzas de muchas iglesias de "temer la terrible venganza del Señor".
Fue como si la gente no pudiera confiar en sí misma para ser buena, para actuar adecuadamente por cuenta propia, por sus propios motivos. Por lo tanto, tuvieron que crear una religión que enseño la doctrina de un Dios enfadado y castigador para mantenerse en línea.
Ahora, la idea de la reencarnación atacó todo eso.

¿Cómo? ¿Qué hizo a esa doctrina tan amenazante?

La iglesia proclamó que sería mejor que fueran buenos o, de lo contrario... Y los que creen en la reencarnación dijeron: "Tendrán otra oportunidad después de ésta y otra después de ésa y aún más oportunidades. Por lo tanto, no se preocupen. Actúen lo mejor posible. No se paralicen tanto debido al temor, que no puedan moverse. Prométanse a sí mismos ser mejores y continúen".

Naturalmente, la primera iglesia no quiso escuchar tal cosa. Por lo tanto, hizo dos cosas. Primero, denunció la doctrina de la reencarnación como herética. Luego, creó el sacramento de la confesión. La confesión podía hacer para el creyente lo que prometía la reencarnación. Esto es, darle otra oportunidad.

Entonces, tuvimos un arreglo en el que Dios nos castigaría por nuestros pecados, a no ser que los confesáramos. En ese caso podíamos sentirnos a salvo, sabiendo que Dios había escuchado la confesión y nos había perdonado.

Si pero hubo un impedimento. Esta absolución no podía llegar directamente de Dios. Tenía que llegar a través de la iglesia, cuyos sacerdotes daban "penitencias" que tenían que cumplirse. Por lo general, estas consistían en oraciones que se le requerían al pecador. Por lo tanto, ahora tenían dos motivos para continuar siendo miembros.
La iglesia descubrió que la confesión era una atracción tan buena, que pronto declaró que era pecado no confesarse. Todos tenían que hacerlo al menos una vez al año. Si no lo hacían, Dios tendría otro motivo para enfadarse.
Más y más reglas, muchas de ellas arbitrarias y caprichosas, empezó a promulgar la iglesia, cada regla teniendo detrás de ella el poder de la condenación eterna de Dios, a no ser, por supuesto, que se confesara el fracaso...

1 comentario:

  1. Te recomiendo que leas acerca de los cátaros y los bogomilos..., y te darás cuenta de la crueldad que puede ejercer una religión sobre otra.

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